El guante está lanzado.
Al Pucela le toman la matrícula
Apenas han bastado siete días para que las dudas afloren en el Real Valladolid. Los tres partidos iniciales de la temporada albergaron la esperanza de que el paso del Pucela por la categoría de plata del fútbol español podría llegar a ser efímero y que, por fin, el equipo iba a mostrarse como un firme candidato al ascenso directo desde el principio, como uno de los favoritos que debe ser. Nada más lejos de la realidad. Tan sólo dos encuentros, con algún atisbo en los anteriores, han sembrado de incertidumbre el nuevo proyecto comandado por José Rojo, Pacheta. Si alguien se pensaba que esto iba a ser coser y cantar, estaba muy equivocado. Y no será porque, lamentablemente, el conjunto blanquivioleta no sepa lo que es LaLiga Smartbank en las dos últimas décadas.
Siendo conscientes de que sólo se han disputado cinco jornadas, y que, por lo tanto, hay tiempo de sobra para revertir la situación y tampoco merece la pena sacar conclusiones precipitadas, lo cierto es que el Real Valladolid empieza a preocupar. Aunque hubo síntomas de ello en el partido inaugural en Las Palmas o en el duelo ante el Real Zaragoza, se ha pasado de un encuentro en Lugo, a mi modo de ver, muy completo, a dos absolutos desastres en Burgos y contra el Tenerife.
El equipo se muestra tan perdido como previsible, hace aguas a la mínima y, lo que es peor, es incapaz de reaccionar al primer golpe que recibe, sembrándose el caos en el terreno de juego y estando más cerca, incluso, otro gol rival que el del propio Real Valladolid. Aunque el técnico, de momento, se mantiene fiel a su sistema de tres centrales y dos carrileros, hay tal desajuste que el equipo queda partido en dos en muchos momentos, lo que indica que el problema también está en el centro del campo. Y esto no es algo que pase desapercibido para el resto. Lejos de los tópicos que se suelen escuchar en muchas comparecencias de prensa, Luis Miguel Ramis, entrenador del Tenerife, aseguró tras llevarse los puntos del Estadio José Zorrilla que el partido había salido tal cual lo había preparado. Es decir, sabía perfectamente lo que iba a hacer el conjunto vallisoletano y que era clave adelantarse en el marcador. Sin ninguna duda, esto es lo más preocupante de todo. No sólo es que el Pucela no carbure, es que los rivales lo saben e, incluso, se permiten el lujo de ponerse la medalla. Aquello de "Me encanta que los planes salgan bien".
Se avecinan encuentros muy importantes en los que hay que recuperar sensaciones, sumar los puntos perdidos y volver a mirar a la zona alta. Y, para ello, urge empezar a mover piezas para cambiar la dinámica. Si algo queda claro es que han bastado cuatro o cinco jornadas para que al Real Valladolid le hayan tomado la matrícula.