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IRON MAN

Vie, 16/07/2021 - 12:57
Javier Mardones Sanz


Hace unos meses, practicando yoga, la instructora expuso que este deporte,  cuyo fin último es el bienestar físico y mental, consistía en encontrar la ‘comodidad dentro de la incomodidad’. Una afirmación que, en aquel momento, pasó completamente desapercibida para muchos de los asistentes pero que, poco tiempo después, se convirtió en mi particular leitmotiv. Una forma de entender este deporte y, por extensión, la vida, ya que, como en su día nos explicaron, gracias a esta máxima de origen oriental se solventan mejor las adversidades que nos vamos encontrando.
Agarrándome con fuerza a esta famosa ‘comodidad dentro de la incomodidad’,  y una vez asimilada, logré completar mi primer IRON MAN. Como lo oyen. O mejor dicho, como lo leen, que en esta ocasión, no les hablo desde mi querida y añorada televisión. Parecía algo inalcanzable pero lo conseguí, como lo consiguen muchos. Felizmente, no he sido el único. 
Después de cuatro años en el intenso, y nunca mejor dicho, mundo del triatlón me encontré de forma involuntaria, todo hay que decirlo, con la imperiosa necesidad de terminar esta prueba, la que expertos en deporte consideran la más dura del mundo. Algo, que tras experimentarlo en primera persona, puedo confirmar que lo es. Un reto muy complicado con el que me topé de repente y, sin casi tiempo de prepararlo, lo superé. Por fortuna. Y para la de muchos. 
Pero como en toda carrera de fondo, de gran fondo, el camino no fue nada fácil. Nada de eso. Que se lo pregunten a los finisher. Numerosos tramos difíciles, casi imposibles de terminar. Duros golpes y varias caídas, algunas de las que te dejan grogui. Pero, sobre todo, momentos en los que crees que tirar la toalla es la única opción. Sin embargo, para mí, y para otros muchos IRON MAN, como así nos llaman, nunca lo fue.  
Cuando el trayecto se endurecía, y no fueron pocas veces, tocaba sacar fuerzas de donde nunca había creído poder sacarlas. Cuando el final parecía aún muy lejano encontrabas la forma de verlo cada vez más cerca. Y cuando el cansancio por el largo camino recorrido hasta ese momento se apoderaba de ti dabas con la manera de seguir nadando, pedaleando o corriendo. En definitiva, buscar y encontrar la ya conocida ‘comodidad dentro de la incomodidad’. ¡Qué gran aliada!
Y después de un enorme esfuerzo, y tras una cierta agonía en los últimos metros, cruzamos la meta. ¡Qué momento! Un instante que recordaremos toda la vida. Seguro que muchos IRON MAN que lean este artículo saben de lo que les hablo. Algo, sencillamente, indescriptible. 
La enorme sonrisa, y alguna que otra lágrima de emoción al terminar la prueba, definían a la perfección la satisfacción del deber cumplido. Pero al final, todo valió la pena. Ganamos. Que en eso consistía. En ganar aunque fuese a nuestra manera.
No fuimos los primeros. Tampoco los últimos. El reto era acabar. Y acabamos. Con nota. 
Una vez más el deporte se convertía en una metáfora de la vida. Y viceversa. Un nuevo aprendizaje a pesar de los muchos obstáculos con los que nos tropezamos a diario que nos enseña que todo es posible si te lo propones. Como rezaba aquel spot publicitario de una conocida marca de deportes,  imposible is nothing. 
Gracias a los que apoyaron in situ y a los que lo hicieron a distancia. Gracias a los que siempre creyeron en que lo conseguiríamos. ¡Qué sabios! Gracias a los que animaron sin cesar durante el recorrido y a aquellos que alentaron en los momentos más complicados. 
Gracias al deporte. Gracias a la vida. 
Soy IRON MAN. Somos IRON MAN. 

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