El guante está lanzado.
LOS PADRES DEL ASCENSO; EL PADRE DEL DESCENSO
Antes de que sigas leyendo, advierto que no soy nada objetivo con aquellos que solo se peinan con la foto del éxito y se ponen de perfil cuando vienen mal dadas. David Trueba los radiografía muy bien en 'Saber perder' cuando les llama los amigos del buen tiempo porque desaparecen cuando llega la tormenta. Se inflan como un pavo real con el cielo despejado, y huyen de puntillas al primer nubarrón.
Y en deporte, no hay peor tempestad que un descenso. Bueno sí lo hay, la desaparición, pero también en este punto hay diferencias sustanciales entre este último descenso del Real Valladolid y los anteriores.
Siempre me pareció un ejercicio interesante comprobar hacia dónde dispara el ventilador mediático cuando se produce un fracaso deportivo de grandes dimensiones. Debo reconocer, puede que sea deformación profesional, que me atrae descifrar los motivos que hay detrás de la búsqueda de culpables, más allá del análisis profundo y las causas puramente deportivas.
En este curso nos hemos saltado los parámetros habituales según los cuales primero se apunta al entrenador, tras su cese al palco y por último a los jugadores. Ronaldo nos ha cambiado el paso a todos. Acostumbrado a fiarse de su instinto -letal en situaciones límite cuando estaba en activo-, esta vez le falló y apostó a caballo perdedor. Cometió el pecado de pensar que su entrenador ganaría al menos dos partidos en 2021 (algo que seguramente se pagaría muy poco en las casas de apuestas en enero) y pinchó.
Esa confianza ciega terminó por ponerle en primera línea de la lapidación -por delante incluso del que hacía las alineaciones de forma aleatoria-, y el brasileño se llevó todos los tiros. Los propios, alguno que otro del técnico y unos cuantos del director deportivo, que al primer nubarrón pasó de puntillas a un segundo plano por no se sabe muy bien qué oscuros motivos.
Automáticamente el Fenómeno dejó de ser el de la visera de los Anexos y las mejoras en el estadio, el que se merendó la deuda y el que puso todos los recursos posibles al servicio de técnico y dirección deportiva para pasar a ser un desastre en la gestión, un coladero en San Sebastián ¡por no acudir al palco del Reale Arena! (hay quien todavía recuerda a Olabe crucificado por el descenso de 2010, y eso que él sí que estuvo en Anoeta) y hasta el culpable si me apuran de no haber despejado aquel maldito balón contra el Sevilla. Ah, y el que fichó a Stiven Plaza, no el que llamó para convencer a Weissman o intercedió con Riquelme para traer a Lucas Olaza.
Volvamos en este punto a la foto del descenso. ¿Por qué el ventilador no apuntó a Miguel Ángel Gómez? ¿Acaso su mérito se circunscribe solo al ascenso o a las incorporaciones que llegan con sello de calidad? ¿Los Bruno, Luis Pérez o Javi Sánchez, por el que se pagaron 3 millones de euros, no tienen 'padrino'? ¿Es posible saltar del barco en pleno naufragio mientras aún desafina el violín?
Sonaba la música con más o menos fuerza en el mes de febrero cuando el club, director deportivo incluido, trasladaron un mensaje rotundo y categórico sobre la continuidad del entrenador. Sin fisuras. Probablemente con la lengua de madera en algunos casos pero unidireccional cuando se tenía al aficionado enfrente -muchos directivos siguen sin entender que cuando hablan con los medios lo hacen con sus aficionados-.
Por entonces, nadie era más 'SergioGonzalista' que el director deportivo. Ni siquiera Ronaldo, en deuda con ese tándem que devolvió al equipo a Primera, que en un alarde de inocencia llegó a echar mano del departamento Big Data para conocer cuántos cambios de banquillo arrojaron la permanencia en la última década.
Por entonces, nadie hablaba en Valladolid sobre Robert Moreno más allá de su experiencia en la selección nacional y sus peripecias con Luis Enrique.
En el seno del club, sin embargo, sí se hablaba -ya en un círculo más cerrado- de determinadas filtraciones que llamaban la atención del presidente. Conversaciones a tres bandas que acababan saliendo a la luz sin ningún beneficio aparente que no fuera destinado al propio filtrador.
Como la guerra era más efervescente en el campo, se optó por hacer la vista gorda para centrarse en el apartado deportivo. No esperaba sin duda la cúpula que, llegado el mes de mayo y con el descenso aún caliente, la enésima filtración interesada apuntara a la presidencia: 'El Real Valladolid contactó en febrero con Robert Moreno para sustituir a Sergio,...', hasta aquí todo en orden, '...pero Ronaldo y solo Ronaldo se negó'.
¡Bingo! Ya tenemos coartada y también culpable. Los tiros, directamente al palco sin pasar por los despachos.
Con contrato hasta 2022 pero con su tiempo ya agotado, este último regate es entendido en el club como el canto del cisne de Miguel Ángel Gómez y su forma de pagar toda la confianza depositada en él. Ronaldo se cobra la traición con el despido del director deportivo, que deja atrás una política de trabajo muy personalista y nada presidencialista. En cuestión de números, que es lo que preocupa a una empresa, 36 contratos profesionales en el primer equipo y un puñado de despachos vacíos que ahora toca dotar de contenido.